Instituto Ecuatoriano de Economía Política

Egonomía en una lección

Lawrence W. Reed (*)

23/04/2019

Durante gran parte de la historia humana antes de la Ilustración y del nacimiento de la ciencia económica en el siglo XVIII, el poder, la pretensión y la superstición plagaron el pensamiento de los hombres. Algunas personas en la actualidad, a menudo bajo la bandera de «socialismo» o «progresismo», parecen determinadas  a retroceder el reloj a aquellos difíciles tiempos.

Elija un siglo antes de 1700. Cualquier centuria luego de la caída del Imperio Romano Occidental sería suficiente para mi planteamiento en este artículo. En términos de ideas acerca de la sociedad, qué la hace funcionar y quién debería estar a cargo de ella, los cambios producidos en aquellos siglos fueron dolorosamente gélidos en comparación con la explosión de la liberación intelectual y la creatividad en el siglo XVIII.

Jerarquía económica medieval

El consenso en la Edad Media sostenía que ciertos hombres (y ocasionalmente algunas mujeres también) estaban destinados a gobernar y todos los demás estaban destinados a recibir órdenes. Si el rey o la reina o sus esbirros no dirigían nuestras vidas por nosotros, el caos reinaría. Donde había orden, este no era de la variedad hayekiana «espontánea» pacífica; ella tendía a ser el resultado del miedo [producto] de aquellos con poder político o eclesiástico.

Luego vinieron los pensadores de la Ilustración ―hombres de nombres como Diderot, Bacon, Descartes, Locke, Hume, Ferguson, Spinoza, Montesquieu, Voltaire y Smith. Destacaban la razón por encima de lo irracional; prueba y evidencia sobre la suposición sin fundamento; la santidad del individuo y sus derechos por sobre los dictados arbitrarios de monarcas y sacerdotes. “El Siglo de la filosofía» legó al mundo una nueva comprensión de cosas como la libertad, los mercados, la ciencia, el potencial humano, la tolerancia, la separación de la iglesia y el estado, y el gobierno limitado y representativo.

La economía como disciplina propia nació en este período. En Francia, los filósofos fueron pioneros en sugerir que el reloj de la sociedad no tiene por qué estar atado por un gobierno presuntuoso, que hay fuerzas naturales en acción que pueden impulsarnos a avanzar sin las manos indelicadas de los déspotas jugando a Dios. Adam Smith lo juntó todo en La Riqueza de las Naciones, donde explicó el maravilloso mecanismo de «la mano invisible» y proclamó que «en el gran tablero de ajedrez de la sociedad humana, cada pieza tiene un principio de movimiento propio, totalmente diferente de lo que la legislatura podría optar por imprimir en él».

Antes de Smith y la Ilustración, los hombres pomposos que racionalizaban el poder sobre la sociedad creían en lo que yo llamaba “Egonomía” (Egonomics) ―o lo que F.A. Hayek podría llamar «la arrogancia [o presunción] fatal» o «una pretensión de conocimiento». Lo que quisieran era lo que el resto de nosotros deberíamos tener. Ellos eran, después de todo, los suficientemente inteligentes como para colocarse en el asiento del conductor. Podrían dar el orden que la sociedad ansiaba. Y convencieron a mucha gente de que esto era perfectamente natural, beneficioso e indisputable.

La distinción entre economía y egonomía.

Después de Smith y la Ilustración, la pseudociencia de la Egonomía dio paso a la ciencia genuina de la Economía. Para aplicar de nuevo a Hayek, esta vez con una pequeña licencia, la curiosa tarea de la Egonomía era engañar a los hombres para que creyeran mucho más de lo que sabían acerca de lo que habían soñado que podían planificar, mientras que “es la curiosa tarea de la Economía demostrarle a los hombres lo poco que realmente saben sobre lo que imaginan que podrían diseñar «.

Y así, con el florecimiento de la economía en los dos siglos transcurridos desde Smith, el mundo comenzó a aprender algunas verdades muy importantes. Aquí hay algunas:

Los reyes y las reinas realmente no saben lo que están haciendo la mayor parte del tiempo (y los congresos modernos no son mucho mejores) y hacen innecesariamente miserables las vidas de otros a quienes imponen caprichos y planes.

  1. La información está descentralizada, no concentrada en la mente de unos pocos. La sabiduría comienza, dice el viejo dicho, en la admisión por parte de cada uno de nosotros de lo poco que sabemos realmente. En los mercados libres, la información es coordinada a partir de fuentes dispares, mediante la interacción de la oferta y la demanda, tal y como se refleja en los precios flexibles.
  2. El valor es un asunto muy personal, subjetivo. No es inherente a una cosa; está «adherido» a las cosas por parte de individuos, cada uno de los cuales actúa en el mercado para mejorar su bienestar. Eso, a su vez, genera una mejora generalmente no intencional en el bienestar de otros en el proceso.
  3. Un orden espontáneo surge naturalmente de los participantes del mercado, que es infinitamente más «ordenado» y conducente a la creación de riqueza que lo que podría ser cualquier plan de quienes detentan el poder. (Como señaló el economista de la Escuela Austríaca Murray Rothbard, esto fue en realidad una resurrección de una noción postulada tan atrás como allá en el siglo IV a.C por el filósofo chino Zhuangzi, quien escribió que «el buen orden se produce espontáneamente cuando las cosas se dejan solas»).

Los economistas Frédéric Bastiat en el siglo XIX y Henry Hazlitt en el siglo XX nos mostraron que si nuestro pensamiento económico está iluminado, cada uno de nosotros será lo suficientemente humilde para reconocer que planificar nuestra propia vida es un trabajo a tiempo completo; planificar la vida de los demás es inútil y destructivo. Si nuestro pensamiento económico es minucioso, consideraremos los efectos de cualquier propuesta, acto o política en el largo plazo y [en] toda la gente, no solo [en] el corto plazo y [en] unas pocas [personas].

Desde los ojos de un niño

El psicólogo suizo Jean Piaget, el padre del estudio del «desarrollo cognitivo», argumentó que los niños son «egocéntricos» porque contemplan el mundo exclusivamente desde su propia perspectiva. Un niño no se da cuenta de que otros pueden no disfrutar o valorar las cosas de la misma manera o en la misma medida en que él o ella lo hace. No comprende que los demás pueden tener valores muy diferentes, por lo que la idea de que podría ser incorrecto imponer los suyos no entra en su mente.

A medida que el niño crece, no se despoja de su propio interés, sino que para ser un adulto responsable debe comprender que este debe satisfacerse respetando a los demás. Asumir la propia superioridad de uno y tratar de imponerla, es practicar la Egonomía, mucho más allá del momento en que debería ser descartada como un infantilismo.

Hay tanto que el mundo de la Economía nos ha enseñado, que la Economía de los tiempos tempranos ocultó u opuso.

¿Entonces qué pasa con la declaración de mi primer párrafo?: “Algunas personas hoy en día, a menudo bajo la bandera de ‘socialismo’ o ‘progresismo’, parecen decididas a hacer retroceder el reloj a esos tiempos tan oscuros”.

Veo el reciente resurgimiento del socialismo y su hermano ―de sonido eufemístico― llamado progresismo, como las reencarnaciones de la Economía medieval. Escuche a todos los candidatos presidenciales que se etiqueten a sí mismos con uno u otro término. Cada uno tiene una letanía de propuestas de flexión de la sociedad, y virtualmente cada una de ellas es obligatoria. Bernie Sanders declara la extrema necesidad de «transformar fundamentalmente nuestra cultura» a través de nuevos programas y mandatos desde lo alto.

El «Nuevo Trato» [New Deal] verde de Alexandria Ocasio-Cortez está repleto de edictos propuestos que llegan al punto de modernizar su casa con artilugios ambientales. En su infinita sabiduría, ella sabe cuáles industrias deben suprimirse y cuáles ser subsidiadas. Ella solo lo conoce. Todo. También declara que está «a cargo» a pesar de que no lo está. Y estas dos personas no están aisladas; son aclamados por los medios de comunicación principales y por grandes segmentos de al menos un partido político importante.

Tomemos el tema de la creación de riqueza; una necesidad absoluta para reducir la pobreza y la angustia. Como nos enseñan mucho sobre de dónde proviene la riqueza, los economistas serios usan términos como empresarialidad [o espíritu empresarial], inversión, rendimiento [o retorno] del capital, toma de riesgos, división del trabajo, innovación, servicio al cliente, incentivos, etc. Los egonomistas de la persuasión socialista/progresista parecen no tener teoría alguna de creación de riqueza. Solo tienen un sinfín de planes para agarrarlo y repartirlo. Hablan y actúan como si la riqueza se materializara mágicamente solo para poder redistribuirla [ellos] personalmente.

No es ciencia o economía

Esto no es ciencia. No es economía. Es la Egonomía medieval que vuelve a asomar su fea cabeza. Viene de personas, sumamente confiadas en su ignorancia, que han tomado una sobredosis de autoestima. Se imaginan a sí mismos como científicos para la sociedad. En los casos más graves, es una ilustración del efecto Dunning-Kruger sobre los esteroides.

La Economía nos enseña a tener en cuenta lo que cuestan las cosas y quién las paga. Los socialistas y los progresistas son alérgicos a tales asuntos. Incluso ante el déficit presupuestario anual masivo y una deuda nacional que excede los 22 billones de dólares aquí en Estados Unidos, proponen cosas «gratis» por barcos. Ellos no hacen casi ningún esfuerzo para costearlo. ¿Cómo se puede pagar todo? Es la misma línea cada vez: exprime a los ricos.

No importa que usted pueda tomar cada centavo que los ricos tienen y financiar todo menos una fracción de sus propuestas; el gobierno solo podría hacer eso una sola vez antes de que los ricos huyeran o renunciaran. Los egonomistas esencialmente dicen: “Ten fe en nosotros. Tenemos buenas intenciones. Todo saldrá bien, de alguna manera. Y si nos sigues preguntando sobre los números y por qué no concuerdan, es porque eres codicioso, racista, egoísta o porque no quieres que la gente tenga atención médica».

A medida que veo estas payasadas en las noticias nocturnas, me cuestiono a mí mismo: «Intelectualmente hablando, así es como debió haber sido la Edad Oscura».

Mises sobre la utopía socialista

El economista austríaco Ludwig von Mises la acertó cuando escribió en “Burocracia” en 1944,

Los campeones del socialismo se llaman a sí mismos progresistas, pero recomiendan un sistema que se caracteriza por la rígida observancia de la rutina y por una resistencia a todo tipo de mejora. Se llaman a sí mismos liberales, pero intentan abolir la libertad. Se llaman a sí mismos demócratas, pero anhelan la dictadura. Se llaman a sí mismos revolucionarios, pero quieren que el gobierno sea omnipotente. Prometen las bendiciones del Jardín del Edén, pero planean transformar el mundo en una gigantesca oficina postal. Todo hombre, excepto uno, dependiente subordinado en una oficina. ¡Qué utopía tan seductora! ¡Qué noble causa para luchar!

Socialistas y progresistas deben recibir títulos honorarios en Egonomía, pero los que hayan “ganado” en Economía deben devolverse al remitente.

Egonomía o economía. Es como la alquimia contra la física. No son compatibles, así que elige tu opción. ¿Quieres ser egonomista o economista? Una sola letra hace toda la diferencia en el mundo.

Traducción: Miguel Reyes Castro, analista político de IEEP

(*) Presidente de Foundation for the Economic Education | Artículo original en inglés en FEE.org

Índice de Burocracia de Apertura (tiempo en horas)

Índice de Burocracia 2023

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806 horas toma abrir una empresa en Ecuador
y 443 horas al año mantenerla funcionando

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