25/10/2018
José Javier Villamarín
CONTRASTE, AGONÍA Y UNA APUESTA POR SÍ MISMO
El contraste
La moneda está en el aire. Este domingo la presidencia de Brasil quedará en manos del excéntrico personaje de derecha Jair Bolsonaro o de Fernando Haddad, delfín del ex presidente Ignacio “Lula” Da Silva. Bolsonaro no es propiamente un ‘outsider’; desde 1991 es diputado federal. Es una figura política de bajo perfil cuyo discurso cobró fuerza luego de los escándalos de corrupción, de la pérdida de credibilidad de buena parte de la clase política brasileña, de la violencia que castiga al país, y del experimento populista instaurado por el Partido de los Trabajadores (PT) por más de una década.
Haddad, es un profesor de Ciencias Políticas y deslucido ex alcalde de San Pablo; viene acompañado de demandas de corrupción, de Manuela d` Avila, como segunda de abordo -una joven y lúcida diputada del Partido Comunista de Brasil-; y, de una manifiesta sobreactuación con la que intenta, al igual que Maduro en relación a Chávez, duplicar el timbre de voz y modos de su anfitrión.
Bolsonaro es un hombre lleno de prejuicios, no cabe duda, pero Haddad es sucesor de una casta de delincuentes y titular de una agenda con trasfondo chavista: propone, nada más y nada menos, que ‘controles sociales sobre la administración de justicia’. Bolsonaro, en cambio, es afín a la economía de mercado, la presencia del Paulo Guedes en su equipo económico, habla por ello. Este ‘Chicago Boys’ propone sanear la economía del gigante iberoamericano a través de la simplificación del fisco, reducción de impuestos al mínimo y apertura económica.
No son pocos los analistas que señalan que de llegar Bolsonaro al Palacio de Planalto, Brasil sería testigo del ascenso, esta vez, de un populismo autoritario de derecha. La preocupación se justifica, pero de ocurrir tal cosa, Bolsonaro sería responsable directo de generar una furibunda contraofensiva que más temprano que tarde produciría un régimen radical de izquierda. En adición, se encoge esta atmósfera si se observa la composición del Congreso: el PT se mantiene como la fuerza principal de la Cámara de Diputados con 56 de 513 escaños, mientras que el Movimiento Democrático Brasileño y el Partido de la Social Democracia Brasileña siguen siendo la primera y segunda fuerza en el Senado. Finalmente, el mejor de los contrapesos frente a cualquier impulso autoritario, es la propia institucionalidad de Brasil. La Justicia ya demostró que puede llevar adelante procesos judiciales contra quienes están en el poder.
La agonía
Bajo las presidencias del PT se encumbró como modelo al capitalismo estatal populista. El comienzo de los trece años de gobierno de este Partido coincidió con el auge de los productos básicos. Las exportaciones brasileñas crecieron. Lula lanzó un programa de redistribución de largo alcance; esta política de limosna fue elogiada tanto por observadores económicos como por organismos internacionales. Es por ello, que hacia el final de su segundo mandato Lula podía presumir de inflación moderada, pleno empleo y altas tasas de crecimiento. No obstante, el gobierno no pudo capitalizar esta ventaja promoviendo la capacidad productiva del país. Los proyectos de infraestructura fracasaron o fueron viciados por la corrupción. El gobierno fomentó el consumo masivo y el gasto público, y a la par que disminuía la demanda externa, buscó estimular la demanda interna a través de la expansión del crédito subsidiado por los bancos estatales. Aunque estas medidas aseguraron el triunfo de Dilma Rousseff, prepararon el camino para la agonía de un modelo ultra keynesiano.
En 2011 la economía se hundió. El real se desvalorizó 55.5% en relación con el dólar para 2015. La tasa de crecimiento económico promedio entre 2013 y 2018 es negativa y la tasa de desempleo alcanzó más del 12% desde 2017. La legislación laboral es extremadamente rígida y la carga fiscal muy alta. El servicio público es caro e ineficiente (1).
Una apuesta por sí mismo
‘Nada es permanente, excepto el cambio’ anotó Heráclito de Éfeso. Y eso es lo que requiere Brasil, un cambio que le permita recuperar la paz política luego del Lavajato, los procesos judiciales de Lula y Rousseff, y el fracaso del Socialismo del Siglo XXI. El próximo presidente deberá convocar a un acuerdo democrático de trabajo compartido y alentar a que Brasil apueste por sí mismo.
En efecto, allá por 1870, luego de un proceso histórico que a lo largo del siglo XIX llevó a la ansiada unificación de Italia, en medio de sombras y desconfianza, Camilo Benso, Conde Cavour pronunció esta profética frase: ‘L`Italia dara da se’, y es verdad, pues toda nación es una apuesta por sí misma y debe ‘dar de sí’.
Fuentes:
(1) MUELLER, Antony P., La próxima elección de Brasil: ¿Puede la nación abrazar una economía libre?, disponible en: https://mises.org/es/wire/la-pr%C3%B3xima-elecci%C3%B3n-de-brasil-%C2%BFpuede-la-naci%C3%B3n-abrazar-una-econom%C3%ADa-libre
ROQUE, Leandro, O descalabro gerado pelo governo na economia brasileira – em 25 gráficos, disponible en: https://www.mises.org.br/Article.aspx?id=2220