Instituto Ecuatoriano de Economía Política

19 años después: Ecuador y la libertad sexual

28/11/2016

Por: Andrés Ricaurte Pazmiño

and-ricaurte@hotmail.com

El pasado 27 de noviembre se conmemoraron en Ecuador 19 años de un acontecimiento del que seguramente muchos no estaban al tanto y que para otros significa un retroceso en los valores de la moral ecuatoriana; sin embargo, lo cierto es que guarda especial relevancia, sobre todo para un grupo de la población cuyos miembros hasta el día de hoy continuamos siendo perseguidos y tratados como ciudadanos de segunda, simplemente por nuestra orientación sexual.

Hasta el año 1997 la homosexualidad en nuestro país estaba tipificada como un delito en  el  Código  Penal, el artículo 516 contemplaba en su primer párrafo una sanción de reclusión mayor entre cuatro a ocho años para los involucrados en los casos de homosexualismo, que  no  constituyan  violación. Esta disposición punitiva si bien hacía referencia a la relación sexual como tal, ya nos trataba como delincuentes a todos aquellos que sentimos atracción por personas del mismo sexo, pues la única alternativa para no incurrir en este delito sería reprimir parte de nuestra naturaleza humana, la atracción sexual.  Dicha norma, claramente violatoria de los derechos humanos, fue declarada inconstitucional por  Resolución  del Tribunal Constitucional No. 106, publicada en el Suplemento del Registro Oficial 203 de 27 de Noviembre de 1997.

Resulta que hasta esa fecha para el estado ecuatoriano los homosexuales éramos delincuentes, infractores que por cometer un delito de acción pública debíamos ser enjuiciados y recluidos. Lamentablemente no pude localizar fuentes confiables sobre el número de personas que fueron sentenciadas con base en el citado artículo; sin embargo, encontrar una norma de esa naturaleza vigente hasta casi terminada la década de los 90’ demuestra la profunda tradición católica del Ecuador y la estrecha vinculación entre la iglesia y el estado, influyendo en la legislación.

Por si alguien mantiene la duda, es ilógico pensar que una relación homosexual por sí misma constituye un delito -más allá de considerar sus elementos constitutivos pues con un poco de legalismo irracional toda actividad humana podría encuadrarse como tal-, porque no existe intencionalidad perversa, si dos hombres o dos mujeres, adultos que se aman o simplemente se desean, sin forzarse ni causar daños a terceros, en un acto en que no hay dolo, no hay malicia, no hay daño y existe voluntariedad que no procede de la nada, sino que es motivada, pues las emociones, afectos y deseos sexuales son de los impulsos más poderosos que tenemos como especie, no se fundamenta bajo ninguna circunstancia su tipificación como un delito sujeto a una pena.

Imagino lo difícil que sería vivir como un hombre abiertamente homosexual o una mujer abiertamente lesbiana en la época porque tampoco fue fácil crecer como un adolescente homosexual en una pequeña ciudad repleta de personas reaccionarias, machistas, poco educadas y temerosas de las diferencias, sufriendo más de una vez discriminación y agresiones en diversos ámbitos. Es apenas en los últimos años que podemos notar que la sociedad ecuatoriana empieza a mostrar incipiente apertura y tolerancia, pienso que de alguna manera ha influido –especialmente para mi generación- vivir alrededor de diez años expuestos a un continuo y contradictorio discurso político de resentimiento, burlas y estigmatización, enseñándonos desde el poder gubernamental, lo vergonzoso que resulta referirse a otros en términos despectivos; además, porque gracias a la globalización a través de herramientas que permiten que la información fluya mucho más rápido y se encuentre al alcance de todos, facilitando la difusión de los avances científicos que derrumban mitos largamente sostenidos, el conocimiento ha ayudado a demoler prejuicios, tampoco hay que dejar de lado el éxito de cientos de personas a nivel internacional que han demostrado triunfar en diversas disciplinas sin que su orientación sexual haya sido un impedimento.

En Ecuador, como sucede en todos los rincones del planeta, me entristece ver que la mayoría de los “activistas” LGBTI se han dejado seducir por agrupaciones de tinte socialista para formar parte de sus filas y presentar sus ideas como progresistas, pues mientras coherentemente han criticado a conservadores por hipócritas y por promover el dogmatismo; estúpida y contradictoriamente han caído en las garras de estos simpatizantes del colectivismo, sino basta con recordar que en estos regímenes ha primado la persecución contra los homosexuales desde la Alemania nazi donde eran enviados con el característico triángulo rosa a morir en campos de concentración, similar a lo que sucedía en la China de Mao, hasta los países islámicos que imponen una religión oficial y sancionan la homosexualidad con muerte, esto incluye a los grupos terroristas que se han auto atribuido poderes gubernamentales y arrojan a hombres desde azoteas o los decapitan en plazas por supuestamente haber cometido actos de sodomía.

Quizás todavía tengamos que luchar y resistir durante años para lograr que los homosexuales seamos tratados con absoluta igualdad ante la ley como sucede por ejemplo en gran parte de Europa, pero también tenemos que ser lo suficientemente inteligentes para entender que si bien existen abusos e intolerancia, la solución contra ellos no está en revelarnos con alardeos innecesarios y necios que fomentan los estereotipos, con espectáculos que muestran en la calle lo que debe guardarse para la intimidad y nos caricaturizan reduciéndonos a una parodia  sexual. Sí, limitar los derechos por la orientación sexual –como sucede en Ecuador con el matrimonio ya que no existe justificación racional alguna que permita desconocer a las personas en razón de su orientación sexual un derecho, otorgando la posibilidad de acceder a un modelo de unión distinta al matrimonio, sin importar que su única diferencia sea la denominación, pues es inherentemente discriminatorio, a través de un régimen de “separados pero iguales”- atenta un sinnúmero de derechos humanos y genera exclusiones injustificadas, pero pavonearse orgullosos por algo que aunque forma parte de nosotros, no nos define, genera rechazo.

A nivel internacional es una pena que la libertad sexual constituya todavía uno de los puntos pendientes en territorios que han optado por un modelo de libertad económica, de los diez primeros países en el actual ranking de Heritage Foundation, cuatro contemplan el matrimonio entre parejas del mismo sexo, cuatro las uniones civiles, uno reconoce la no discriminación pública por orientación sexual y otro todavía criminaliza la homosexualidad, castigándola con penas de prisión, multas y azotes. En este sentido, nada tan importante como evidenciar que la libertad debe ser entendida, defendida y promovida como un todo, un núcleo absoluto del que no caben exclusiones, libertad económica, libertad civil y libertad individual –que incluye la libertad sexual- van de la mano, y eso es algo que aprovechando las próximas elecciones en Ecuador, algunos presidenciables deberían entender.

Personalmente, suscribo la opinión de grandes pensadores liberales como Mill o Hayek quienes se manifestaron a favor de la soberanía única del individuo sobre su cuerpo y mente, sin injerencia del estado por cuanto las prácticas consentidas entre adultos aunque aborrezcan a una mayoría, escapan completamente del ámbito de la esfera estatal y por ende de su coacción y quiero aprovechar esta fecha para recordar que la esencia de la libertad, radica en la capacidad de tener al estado como sirviente y no como señor, para que de esta manera no pueda meterse en nuestros bolsillos –libertad económica- pero tampoco en nuestras camas –libertad individual- y para que al momento de celebrar un contrato –libertad civil- no pueda imponer un veredicto que responda a prejuicios individuales. Lo que hago con mi cuerpo es mi decisión, porque de aquí parte mi propiedad privada. Como Rand sostuvo, la menor minoría en la tierra es el individuo, quien niega los derechos individuales no puede llamarse defensor de las minorías, hay que recordar que la sexualidad está profundamente ligada a la individualidad y como tal debemos trabajar por divulgar la libertad sexual como una auténtica causa liberal.

Autor Andrés Ricaurte Pazmiño

Académico Asociado del Instituto Ecuatoriano de Economía Política

Maestrando en Protección Internacional de los Derechos Humanos (Universidad de Alcalá), Abogado (Universidad Nacional de Chimborazo), egresado de Ingeniería en Gestión de Gobiernos Seccionales (Escuela Superior Politécnica de Chimborazo). Acreedor de becas y reconocimientos por resultados académicos, formación nacional e internacional en libertarismo, liderazgo y emprendimiento, derecho internacional humanitario, economía, entre otras. Experiencia profesional en instituciones del sector público en asistencia legal (Fiscalía Provincial de Chimborazo, Ministerio de Minería) e investigación jurídica (Consejo de la Judicatura), ha colaborado en instituciones privadas en asuntos sobre derecho internacional, cooperación para el desarrollo e integración, trabajando con grupos vulnerables por motivo de discriminación (Fundación Iberoamérica Europa). Conferencista en temas de derechos humanos, liderazgo, relación entre libertad económica y calidad de vida. Interés en el diálogo entre la sociedad civil e instituciones gubernamentales, en el análisis y la elaboración de políticas públicas e investigación social y en la aplicación de los derechos humanos en los ordenamientos jurídicos internos. Énfasis investigador en libertades civiles, participación ciudadana, memoria histórica, verdad y no repetición. Libertario, minarquista. Apasionado del cine. Orientado a la promoción de los derechos humanos desde un enfoque libertario.

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