Instituto Ecuatoriano de Economía Política

Si queremos desabastecimiento general, exijamos controles de precios

Mientras los precios reflejen las condiciones por las que atraviesa el país y el mundo, en los mercados encontraremos los productos que necesitamos, caso contrario, habrá desabastecimiento generalizado.

Por Joselo Andrade Rada | @JoseloAndrade

Quiero empezar contándote mi querido lector, que lo peor que puede hacer este gobierno o cualquier gobierno en este momento, es intentar controlar los precios de la economía.  Ahora te pido leas de manera desapasionada las siguientes líneas para explicarte las razones de esta afirmación.

Los precios mi querido amigo son el resultado, la foto del momento, la manifestación más visible de determinadas condiciones pre existentes en el mercado. Son el mecanismo coordinador por excelencia y el transmisor de información de las circunstancias que acontecen en la realidad. Ellos suelen reflejar de manera dinámica, miedos, abundancia, escasez, cambios tecnológicos, cambios en gustos y preferencias, modas, plagas, pérdidas de interés, urgencias, expectativas, e incluso desinformación e incertidumbre. ¿Crees que vivimos en este instante bajo las mismas condiciones de hace uno o dos meses? La respuesta clara es no. Te pido sigas leyendo estas líneas pues hay mucho más que contarte.

Los precios en la sociedad juegan un rol, no son sólo un accidente o resultado del capricho empresarial o del vendedor en el mercado de legumbres. Los precios mi querido lector, son transmisores de información, son como el mecanismo descentralizado a través del cual se transmite información a lo largo de toda la cadena productiva. Los precios informan, coordinan, restringen, racionan. Nos indican a través de sus infinitas variaciones, que sucede o está aconteciendo en los más diversos y remotos mercados, así como en tu ciudad o pueblo vecino. Ellos expresan lo que la gente piensa o supone con todas las deficiencias que en el componente humano subyacen.

El papel del sistema de precios en este momento.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que las condiciones que dieron lugar a los precios, previo al coronavirus, ya no existen. Las condiciones de oferta y demanda anteriores para casi todo, han cambiado dramáticamente. Para que los precios cumplan eficientemente su rol coordinador, tienen necesariamente que cambiar. Los nuevos precios, algunos suben, otros bajan[1], informan que hay problemas del lado de la oferta, es decir, hay dificultades en la provisión de bienes, que no hay insumos suficientes para producir, que no es fácil trasladar los bienes de una ciudad a otra o incluso de una cuadra a otra, que hay menos proveedores, que los vendedores u ofertantes tienen miedo de ir a laborar y algunos por ello no lo hacen.

También nos cuentan, que por el lado de la demanda la gente ahora valora más tener en su hogar huevos, leche, carne, pollo o arroz e incluso están dispuestos a pagar más, por la incertidumbre existente, y el miedo a no tener productos para alimentarse.

Pero para nada termina ahí la historia, déjame seguir contándote por qué razón esto es necesario.

Cuando los precios se elevan (alto ahí, no te enfurezcas todavía) como resultado de las nuevas condiciones de oferta y demanda, racionan y gestionan la escasez. Es decir, le indican a aquel que está frente a la percha, la vitrina o en el mercado que no tienen que aprovisionarse más de lo necesario, el precio alto les indica algo como ¿en verdad lo necesitas tanto? ¿podrías sustituir la leche por ejemplo con jugo? ¿no te parece que tal vez sería mejor comprar lo que tienes entre tus manos, una vez que la situación mejore un poco? ¿no sería más inteligente tal vez sólo comprar una o dos unidades de este o ese bien, en lugar de 7 u 8? Es decir, proponen prudencia, motivan la calma, y conducen a la mesura pues después de todo este cambio en el precio (resultado de la nueva realidad) afecta nuestro bolsillo.

Calma, calma que ya estoy percibiendo tus angustias. El precio alto en este caso, también organiza la actividad productiva y los incentivos necesarios para mejorar el escenario presente y futuro, expliquémoslo mejor:

Supongamos que el precio del arroz experimenta una leve o incluso una drástica elevación.  En ese caso, los arroceros experimentarán en condiciones normales cierta alegría, al saber que el producto al que dedican su tiempo y esfuerzo está recibiendo mayor atención por parte de los consumidores. Acto seguido, esto motivará a los arroceros a realizar mayores esfuerzos por colocar arroz en los hogares de la gente, pues ganarán más dinero por ello. Eureka! En la consecución de este objetivo, aumentarán la oferta de arroz en los mercados, y esto hará o logrará encaminar los precios hacia la baja. Es decir, al elevarse el precio del arroz se generan los incentivos para que los ofertantes de arroz acudan al rescate de los más necesitados.

Imaginemos por un momento, que los arroceros quieren hacer lo que les da la gana, es decir subir los precios al cielo. Listo, no es ideal pero tampoco es el fin del mundo.  En ese caso, incluso aquel que no era arrocero tendrá incentivos suficientes para llevar arroz a los mercados. En condiciones normales, podrían existir incentivos para importar dicho bien, y surtir a los mercados que lo necesitan. Desde luego, en este momento no hay tal normalidad, por ello, es necesario que el mecanismo coordinador (precio) gestione la escasez, generando los incentivos para que quienes demandamos arroz entendamos que hay que disminuir la ración (de arroz) en el plato, y que los ofertantes locales tengan la motivación suficiente (ganancia esperada superior) para correr el riesgo y salir a vender.

Por cierto, si fuera verdad que ellos (los arroceros) pueden cobrar lo que se les da la gana ¿Por qué no cobran $ 100 USD por libra? Respuesta obvia, porque nadie les compraría. Es el contexto, es decir, las condiciones particulares de oferta y demanda, las que generan el precio que observamos en los mercados.

Pero ¿y qué pasa con aquellos que no tienen para pagar precios más altos?

Vamos por partes. Si bien la pregunta es importante y requiere una respuesta adecuada, empecemos por decir, que tener poco dinero en el bolsillo o no tener trabajo también es el resultado de otras condiciones pre existentes, y que requieren de hecho, otro tipo de respuesta: Más crecimiento económico, más empresas, mayor integración de la economía local a la global, más facilidades para el emprendimiento, captación y generación de ahorro e inversiones, y otro largo, etc.

Pero vamos a lo que vinimos.  Empecemos por decir, que la información que transmite un precio alto, promueve la conducta del ahorro y uso más eficiente de los recursos escasos, así como estimula la provisión y oferta del bien. En definitiva, promueve el uso racional de un recurso que ahora encontramos relativamente escaso.

Segundo, el precio es el resultado de condiciones siempre cambiantes. Una vez las cosas se vayan normalizando con el paso del tiempo, los precios del futuro también expresarán parte de esa nueva realidad. Sin embargo, por ahora lo importante es no incurrir en el equívoco de tratar de controlar los precios, pues en ese caso, los mercados quedarían desiertos y sin bienes para ofertar.

Es necesario decir, que en la medida en que se permita trabajar a la gente del sector alimenticio, la situación será llevadera. El problema se agravaría muchísimo si evitamos que ellos hagan su trabajo, y aunque esta gestión es un problema en sí mismo, sin duda alguna no podemos acabar una pandemia matando de hambre a los ciudadanos.

Ahora con todo este antecedente, expliquemos que pasa si el gobierno controla los precios de los productos que “queremos”.

En este caso, el mecanismo coordinador deja de hacer su trabajo. En lugar de gestionar e introducir incentivos para el uso más racional del bien, cualquiera que este sea, ¡El control de precios DESCORDINA!, su fijación es el equivalente a hacer pensar a todo el mundo, que nada, absolutamente nada ha pasado. ¿Es esto cierto? Desde luego que no.

Si los precios no reflejan que las condiciones han cambiado, la información que los precios transmitían a lo largo de toda la cadena productiva no es proporcionada. Es decir, si el gobierno controla los precios y mete presos o sanciona a quienes cobran más, quienes tendrán leche o carne son los primeros en llegar al supermercado. Acto seguido, habrá desabastecimiento permanente y desde luego, esto no ayuda a nadie, ni a los unos, ni a los otros.

Hagámonos las siguientes preguntas: ¿Por qué razón ir a trabajar y exponerme a contraer el coronavirus por la misma cantidad del dinero que recibía en el pasado? ¿No crees que ese riesgo, merece una compensación? ¿Si quien me vende la carne, dado lo difícil que es laborar y proveer en estas condiciones, me vende a mi (vendedor de tienda) la carne a un precio mayor ¿Puedo yo venderla al precio de siempre?

¿Aprovecharse de la situación?

¿No hace eso el doctor al atender un enfermo y cobrar por ayudarlo? No se me mal entienda, ahora mismo, los considero unos héroes. Sin embargo,

¿No hace eso un abogado al defender a quien está preso? ¿No hace eso el que vende agua en el semáforo, respecto de quien tiene sed? ¿No aprovecha de mi ignorancia en temas eléctricos el electricista? Aprovechar las necesidades del prójimo es lo que hace posible la convivencia humana. De la misma manera que el profesor aprovecha la necesidad de conocimientos del alumno. Aprovechar, en pocas palabras, nos permite convivir sanamente.

Los precios no hacen el paraíso, sólo hacen su trabajo.

Fijar los precios es el equivalente a sostener que la realidad siempre permanece inalterada, y que los gustos y preferencias son siempre y en todo lugar los mismos. Es sostener que la escasez, la falta de lluvia o las inundaciones, las catástrofes o la abundancia y la buena cosecha no tienen ninguna influencia en la realidad. Los precios expresan con sus cambios, la existencia de abundancia o escasez. Recuerda siempre que, en tiempos de la naranja, el precio de ésta es bajo, precisamente porque es abundante. No hay que tirarle la culpa al termómetro.

Al igual que si un termómetro marca 39 grados centígrados de temperatura, la culpa no es del termómetro. La utilidad de la información por el termómetro suministrada nos permite tomar decisiones: tratar de bajar la temperatura y buscar la causa original de la fiebre. No hay que molestarse con el mensajero (el precio) sino buscar alterar las razones subyacentes (las condiciones existentes) que dan lugar al precio mencionado. Hacer lo contrario, es el equivalente a tirar el termómetro cada vez que marca algo que no me agrada.

Para llevar el símil al extremo, no podemos pedirle al gobierno, que prohíba termómetros que tengan números superiores a 38 grados centígrados para registrar la temperatura, pues esto no alteraría la realidad. Muy por el contrario, presumiblemente la empeoraría pues nos haría tomar decisiones equivocadas.

Para ir concluyendo, si bien es cierto que los precios son meros mensajeros de una realidad cambiante, la humanidad no sólo depende de ellos. Hay maneras alternativas de ayudar a quien lo necesita. A lo largo de la historia usualmente lo han hecho las iglesias, las fundaciones, las personas de buen corazón, el voluntariado, el empresariado e incluso los gobiernos. No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un desafío importante y probablemente tampoco será la última. Sin embargo, sí puedo decirles que estoy seguro de que juntos lo superaremos. Hoy a diferencia del pasado, tenemos y gozamos de más y mejores herramientas y conocimientos.

En pocas palabras, si quieres desabastecimiento general de los bienes que necesitas en casa, sólo tienes que exigir al gobierno que controle los precios.

Pd: No hay que quejarse de las leyes de la gravedad, lo que sí hay que hacer es entenderlas para poder volar.

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