Instituto Ecuatoriano de Economía Política

La moralidad del capitalismo

Dora de Ampuero (*)

Enmarcado en mes aniversario del precursor del pensamiento Liberal, Adam Smith, que inicia con su nacimiento el 16 de junio  y culmina con la conmemoración de su muerte el próximo 17 de julio, ofrecemos el discurso dado por la fundadora de IEEP en torno a la vigencia de su evolucionada Teoría de los Sentimientos Morales.

El tema que discutiremos hoy es la Moralidad del Capitalismo. Tema muy importante porque está ligado a la ética, a la justicia, a la moral que son fundamentos de nuestra sociedad.

Pero para discutir el tema quiero exponer algunos conceptos sobre que es el capitalismo, que es una sociedad de hombres libres y como conjugamos esta conexión entre el capitalismo, la libertad y la moral.

Todo empezó con Adam Smith…..  No tanto así. Nuestros amigos de la Universidad Francisco Marroquín que defienden la escuela de Salamanca y Juan de Mariana nos mirarían muy mal. Hace más de 400 años Juan de Mariana hacía referencia a dos problemas actuales: los impuestos y el envilecimiento de la moneda diciendo, “a un cuerpo no le pueden sacar sangre, sea a pausas, sea como quisieren, sin que se enflaquezca o reciba daño, así el príncipe, por más que se desvele, no puede sacar hacienda ni interés sin daños de sus vasallos, que donde uno gana como citan a Platón, forzosamente otro pierde”.

 La verdad es que el tema de la libertad, la moralidad y economía se viene discutiendo y debatiendo desde hace más de 2000 años con los antiguos griegos a medida que el hombre se ha ido civilizando y evolucionando formando instituciones sociales, adoptando reglas que tuvieron éxito pero que no han sido diseñadas por la razón en forma deliberada y consciente. Este conjunto de reglas comprende las normas legales, morales, de las costumbres, de lo que es bueno, de lo que es malo, es decir, en la práctica, los valores que gobiernan una sociedad, normas que no nos dicen que hay que hacer sino, en la mayoría de los casos que no debemos hacer.

Estas normas generales y éticas son las que han dado origen a ese orden espontáneo que son los mercados libres, y en los que se fundamenta lo que conocemos como capitalismo, palabra que sugiere  la formación de capital a través del ahorro y la inversión.   Pero el sistema capitalista va más allá de eso. Es un sistema que a través de la cooperación en producción y el intercambio libre, induce a la creación de riqueza y al cambio social que ha traído prosperidad a millones de personas. Capitalismo se refiere a un sistema legal, social, económico y cultural que implica igualdad ante la ley y que crea valor y genera innovación, competencia, prueba y error, fracasos y triunfos a través de las actividades voluntarias de intercambio bajo una estructura de ética y reglas generales para todos.

Este orden que conduce a la utilización de muchas más informaciones que las que cualquiera pueda poseer, no ha sido inventado por nadie. Ninguno de nuestros antepasados podía saber que la protección de la propiedad y los contratos derivaron en una amplia división del trabajo, en la especialización de los mercados o que la extensión a los extraños de las normas inicialmente solo aplicables a los miembros de la misma tribu, habría tendido a la formación de una economía mundial. La comprensión de los principios en que se forma el orden espontáneo de una sociedad, se basa en el uso del conocimiento que nadie posee en su totalidad y se realiza porque los individuos se guían en sus acciones por determinadas normas generales.  

Estos conceptos de la generación de los órdenes espontáneos –como el lenguaje, la moneda, los mercados, nadie los creó en un momento dado, son reglas, esto es, instituciones que se han ido generando, pero no fueron inventadas por nadie en particular.  Esto lo vieron claramente  los escolásticos tardíos y los filósofos del siglo XVIII (Adam Smith, Hume, Ferguson)  para quienes las formaciones sociales son resultado de la acción humana, pero no de un proyecto humano. Pero en el siglo XVI se empieza a generar una nueva corriente filosófica, la Era de la Razón, que culmina con Rene Descartes y sus seguidores, la Era de la Razón, cuyo exponente Voltaire la expreso en su famosa afirmación: “si queréis buenas leyes, quemad las que tenéis y haced vosotros mismos otras nuevas”.  Sus sucesores, como Rousseau creían en la necesidad del poder ilimitado de una autoridad suprema, especialmente para una asamblea representativa; que la democracia significa necesariamente el poder ilimitado de la mayoría; que se puede organizar una sociedad de acuerdo a las creencias de unos cuantos iluminados que refundan la sociedad de acuerdo a sus propios intereses y percepciones. De aquí nacen estas ideas Constructivistas de organizar una sociedad de acuerdo a los dogmas de unos cuantos que refundan la sociedad de acuerdo a sus propios intereses y percepciones, que se puede planificar una sociedad siguiendo objetivos particulares. Que se puede crear un hombre nuevo. Que se puede cambiar la conducta del ser humano. A la fuerza.

¿Cuál es la naturaleza del ser humano?

En su libro La teoría de los Sentimientos Morales escrito cuando tenía 35 años, Adam Smith nos dice que nuestras acciones y nuestras ideas morales –del bien y del mal- son el producto de nuestra propia naturaleza como seres sociales. Argumenta que nuestra psicología social –nuestro instinto- es una mejor guía hacia las acciones morales que la razón.  En este libro, Smith identifica las reglas básicas de prudencia y de justicia que se necesita para que una sociedad sobreviva y explica los beneficios para que una sociedad florezca.

Los seres humanos, por más egoístas que seamos, tenemos en nuestra naturaleza principios que nos hacen interesarnos por la suerte de los otros y hacen que su felicidad nos resulte necesaria. Sentimos lástima y compasión por la desgracia ajena. Nos imaginamos como nos encontraríamos en una circunstancia similar. Estos sentimientos de empatía e imaginación atraen a los extraños y se establece un vínculo que crea solidaridad y confianza. Adam Smith cree que pese a todos los horrores que se cometen, la bondad prevalece sobre la maldad, es decir los sentimientos morales.  

A medida que crecemos aprendemos lo que es o no aceptable en la sociedad en que vivimos.

Lo mismo con respecto a la justicia, aunque tenemos ese interés de cuidarnos a nosotros mismos, tenemos que aprender cómo vivir con los demás sin hacerles daño. Este es lo mínimo esencial para que una sociedad sobreviva. Si la gente, es filántropa y ayuda a los demás, lo aceptamos pero no podemos exigirle que lo haga como si demandáramos justicia.

Prudencia, justicia y beneficencia son importantes, pero nosotros tenemos un espectador imparcial –nuestra conciencia- que juzga o no nuestras emociones y acciones. Estos procesos son instintivos, no sabemos exactamente como las acciones individuales benefician o dañan una sociedad, y nuestra razón no puede decirlo con exactitud. Pero la naturaleza nos ha equipado con apetitos y aversiones, cosas que nos gustan o despreciamos, que parecieran promover la existencia de nuestra especie y nuestra sociedad. Si nos manejamos en forma distinta, nuestra sociedad se fractura y nosotros como creaturas sociales dejamos de existir.

Respecto a la esfera política,  Smith también tiene mucho que decirnos. Aprecio por el ser humano no es lo mismo que el afecto a nuestro país, que implica respeto y reverencia por la constitución y organización del país, así como el deseo de que nuestros conciudadanos sean felices. Usualmente estas dos cosas coinciden, pero en tiempo de luchas políticas, se enfrentan .En tales circunstancias, señala Smith, los políticos proponen eliminar las instituciones existentes sin considerar los beneficios que estas instituciones han proporcionado. Proponen alternativas “racionales”, pero que se contraponen a la naturaleza humana:

“El hombre doctrinario, en cambio se da ínfulas de muy sabio y está casi siempre tan fascinado con la supuesta belleza de su proyecto político ideal que no soporta las más mínima desviación de su proyecto político. Se imagina que puede organizar a los diferentes miembros de una gran sociedad con la misma desenvoltura con que dispone las piezas en un tablero de ajedrez. No percibe que las piezas del ajedrez carecen de ningún otro principio motriz salvo el que les imprime la mano y que en el vasto tablero de la sociedad humana cada pieza posee un principio motriz propio salvo el que les imprime la mano y que el vasto tablero de la sociedad humana cada pieza posee un principio motriz propio, totalmente independiente del que la legislación arbitrariamente elija imponerle. Si ambos principios coinciden y actúan en el mismo sentido, el juego de la sociedad humana proseguirá sosegada y armoniosamente y muy probablemente será feliz y prospera. Si son opuestos o distintos el juego será lastimoso y la sociedad padecerá siempre el máximo grado de desorden.”

La fatal arrogancia de Hayek es también un tratado filosófico y moral. El proceso que ha permitido al ser humano salir de la vida animal de sus ancestros fue posible por los órdenes espontáneos surgidos. Como su nombre lo indica, un devenir imprevisto, no planeado ni dirigido, como un movimiento de grandes conjuntos sociales empeñados en superar sus condiciones de vida, descubriendo determinados instrumentos o tipos de relación facilitadoras de aquella mudanza para mejorar la vida que tienen.

Estos órdenes espontáneos son para Hayek, instituciones morales porque gracias a ellas, no solo la realidad material, las condiciones de vida han ido evolucionando, también las costumbres, la manera de comportarse con el prójimo, el civismo, la ética. Gracias a la aparición del comercio, de los contratos, de la legalidad, de la comunicación y el diálogo el hombre se fue civilizando, desapareciendo la fiera que lo habitaba y reemplazándola el ciudadano respetuoso y solidario de los otros, iguales o distintos a él. Según Hayek, el factor clave de la civilización no es la razón, ni el conocimiento que siempre es fragmentario, incompleto y disperso sino cierto sometimiento de ambos a una tradición conformada por la experiencia vivida.

Los órdenes espontáneos no son todos buenos, desde luego. En el largo proceso de la civilización, los seres humanos han ido eligiendo aquellas instituciones que contribuían a su progreso real y abandonando aquellas que los perjudicaban.  La experiencia vivida fue la gran maestra y consejera a la hora de proceder a la selección. Y también lo fueron las religiones, ayudando a los conjuntos sociales a entender con mayor claridad el carácter positivo o negativo de las instituciones creadas por el en el orden espontaneo.

El gran adversario de la civilización es según Hayek, el Constructivismo, la pretensión de elaborar intelectualmente un modelo económico y político y querer luego implantarlo en la realidad, algo que solo es posible mediante la fuerza –una violación que genera en dictadura- y que ha fracasado en todos los casos en que se intentó.  Estas creencias le parece a Hayek la expresión de una soberbia intelectual contraria a la humildad intelectual que debe ser la esencia del verdadero liberalismo que considera con respeto aquellas fuerzas espontaneas a través de las cuales los individuos crean cosas más importantes que las que podrían crear intencionadamente. El efecto práctico de esta creencia es el socialismo un sistema que para imponerse, necesita la abolición de la libertad, de la propiedad privada, del respeto de los contratos, de la independencia de la justicia y la limitación de la libre iniciativa individual. El resultado es la falta de producción, la corrupción y el despotismo.

LA MORALIDAD DEL CAPITALISMO

Siguiendo la postura de los autores citados, las leyes morales no son fruto de la razón. Fue esta la orientación fundamental que inspiró no solo a los filósofos escoceses sino también a un amplio conjunto de estudios de la evolución cultural. Es indudable  y se lo muestra a través de la historia el ejercicio de la libertad, de los mercados libres, la práctica de ciertos hábitos de respeto a la propiedad privada, la formación de órdenes extensos y las tradiciones morales han posibilitado el avance de la civilización.

¿Cuál es en última instancia, el proceso a través del cual se van formando los códigos morales? Hayek nos dice que hay dos fuentes posibles. En primer lugar, está la así llamada moralidad innata, de la que nos habla Adam Smith: la solidaridad, el altruismo, la decisión del grupo, de la tribu. Pero estas prácticas morales en que se basan son incapaces de alimentar a la numerosa población que hoy puebla el orbe, así como de mantener el funcionamiento del orden extenso.  En segundo lugar, se puede recurrir a los esquemas éticos de tipo evolutivo basados en el respeto al ahorro, a la propiedad individual, la honestidad de las transacciones, la integridad de la conducta individual, hábitos todos ellos cuya adopción permitió que hoy exista un orden social extendido. Tal tipo de moralidad se halla situado, de acuerdo a Hayek entre el instinto y la razón.

El funcionamiento del orden extenso exige que en todo momento se asuma debidamente esa moralidad surgida en el seno de aquellos grupos que por aceptar las normas en cuestión fueron capaces de superar en capacidad demográfica y bienestar material a los demás.  Esto ha permitido el mejor aprovechamiento de los recursos tanto disponibles como meramente potenciales, se puede mantener a mayor número de individuos de lo que fuera posible si se lo hubiera planificado. Y aunque la moralidad así establecida no pueda ser justificada por el hecho de ser capaz de producir los mencionados efectos, no cabe duda que gracias a ella, de hecho logramos sobrevivir lo que ciertamente no es poco.

Mario Vargas Llosa en su último libro La llamada de la tribu, al referirse a la Teoría de los Sentimientos Morales dice que se trata de un estudio sobre las relaciones humanas y la manera como ellas permiten que una sociedad funcione y surja en su seno una solidaridad de base que le impide disgregarse y desaparecer, estos son los sentimientos morales que nos hace diferenciar lo bueno y lo malo, lo postizo de lo auténtico, lo verdadero de lo falso. Pero, añade Mario, las cosas han cambiado mucho en los siglos transcurridos desde que Adam Smith escribió su libro y, desde el punto de vista moral, los seres humanos de nuestro tiempo han ido para peor. ¿Será esto verdad? ¿Ha cambiado la naturaleza del ser humano y del capitalismo? Los socialistas, cuando refieren al “socialismo venezolano”, dicen que eso no es socialismo. Nosotros decimos… eso no es capitalismo, sino crony capitalismo.

Antes de entrar a consideraciones éticas sobre un sistema social uno debe primero entender la ciencia detrás de ella. En otras palabras, tener un buen conocimiento de los principios que gobiernan los mercados es un prerrequisito para juicios éticos sobre ellos. Es solamente a través de una comprensión de los conceptos de la ciencia económica como ganancias, interés, emprendimientos que uno puede hacer afirmaciones correctas sobre la moralidad de los intercambios y temas de política. Se ha demostrado que el libre mercado es un elemento necesario para la armonía social y estabilidad en un mundo que cambia constantemente.

(*) Charla dictada por la presdiente fundadora del IEEP en marco de lanzamiento plataforma FEE en Español, en Guayaquil, Ecuador. Marzo 30, 2019 

(**)Ilustración Adam Smith: Cortesía de FEEorg.es

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